NORMA
SEGADES
(Santa
Fe-Santa Fe-Argentina)
MARÍA
(Nombres
en los enigmas)
"… mujer que no
dudó proclamar que Dios es reivindicador de los humildes y oprimidos y
derriba de sus tronos a los poderosos del mundo" (Pablo VI, Encíclica
"Marialis Cultus", 2 de febrero de 1974, Nº 37)
Yo
te enseñé a decir cada plegaria
cuando
los largos días de la infancia
encrespaban
la luz en tus cabellos
y
la risa era fácil
y
el paisaje
no
presagiaba cruces ni conjuras.
A
guardar en la piel de la memoria
los
repetidos nombres del silencio.
A
impugnar la razón del desamparo.
A
condenar eclipses
como
velos
ocultando
los rostros de la angustia.
Delaté
cada rastro de injusticia
mientras
adelgazaba los vellones
en
los atardeceres enramados.
Cuando
el alma traspone los misterios
con
sus escapularios de ternura.
Y
profusas legiones en harapos
surgen
desde la hondura de los tiempos.
Desde
las hendeduras del destino
donde
la dinastía del pecado
salvaguarda
esperanzas moribundas.
Te
transmití el misterio de las sílabas
que
anunciarían bienaventuranzas
para
los pobres,
para
los hambrientos,
para
los postergados de la tierra
y
su forzado diezmo de penurias.
Porque
soy la hilandera,
soy
la madre,
soy
la mujer hebrea,
soy
la esclava
de
códigos dictados en las noches
al
linaje de todos los profetas.
En
mí estalla la voz de las injurias.
Amamanté
tu vida con mi vida.
Te
di a beber los sueños que cargaste
por
los caminos de tus soledades
prediciendo
el arribo de otro reino
con
el amor por dogma
y
por liturgia.
Acompañé
tus pasos en la arena,
tu
idioma de parábolas en vuelo,
los
prodigios,
la
magia,
los
conjuros
tatuados
en la piel del evangelio
con
firmeza de sílabas desnudas.
Y
ahora presencio todas las traiciones,
todos
los miedos,
todos
los perjurios,
todas
las orfandades del ultraje,
toda
tu carne herida,
toda
espina
socavando
el dolor en la penumbra.
Porque
soy la guardiana de tu pena
y
he de tomar del vaso acidulado
al
que fue condenada esta imprudencia
de
engendrarme mujer
envilecida
por
la influencia grisácea de la luna.
Pertenezco
a esta casta avasallada,
a
la genealogía del agravio
y
alimenté
con
leche sediciosa
toda
la altura de tu rebeldía
en
la privacidad de las penurias.
Yo
te afilié a las huestes repudiadas
que
enfrentan vendavales de injusticia
en
el profundo valle del olvido.
Y
ahora
naufrago
junto a tu naufragio
entre
un temblor de sangres insepultas.
DOLORES
IBÁRRURI
(Nombres
en las vigilias)
Nacida en Gallarta,
Vizcaya, importante centro minero, a temprana edad se suma a los movimientos
obreros que defendían los derechos de los trabajadores, ideales que no abandona
hasta su muerte. Vestida siempre de negro, Pasionaria fue una verdadera adicta a la
lectura que así afirmó su vocación política, encauzándola a través del
periodismo de partido. Tuvo seis hijos, de los cuales le sobrevive sólo una
mujer. Puesta a elegir, sacrificó sus ideales políticos a su vida sentimental.
Murió en Madrid, en el transcurso del año 1989. Tenía 94 años.
Madrid – España (1989)
He
venido muriendo casi un siglo.
Tantas
muertes he muerto
que
esta muerte
me
encontrará más viva que ninguna.
Me
encontrará
buscando
entre las ruinas
lo
que ha quedado en pie de aquellos sueños.
He
sepultado cinco de mis hijos.
Cinco
veces he muerto.
Cinco
veces.
Cargo
este luto hecho a la medida
de
todas las infamias,
los
olvidos,
las
ausencias que lloro en los inviernos.
He
defendido a un pueblo fatigado
surgiendo
de las minas,
de
las fábricas,
desde
los codiciosos latifundios.
Un
pueblo que se aferra a la esperanza
en
medio de un oscuro desaliento.
He
abrigado su sólida impotencia,
el
dolor visceral de un hambre sólida,
sus
carencias,
sus
fiebres,
sus
sudores,
sus
revueltas obreras sofocadas
por
la furia impiadosa del ejército.
He
abjurado de toda cobardía,
toda
falta pasada
o
venidera
que
me aleje un instante de la lucha.
Soy
Dolores Ibárruri,
la
vasca,
la
que anduvo las sendas del destierro.
Soy
madre,
soy
mujer,
soy
militante.
Mi
coraje establece barricadas
contra
la sumisión,
contra
la entrega,
contra
la mansedumbre empobrecida
que
se nutre en las médulas del miedo.
He
nacido del fondo de esta tierra,
austera
como encinas
y
castaños
y
madroños robusteciendo hogueras,
férrea
como sus férreos minerales
y
su oleaje cantábrico en el viento.
Soy
Dolores Ibárruri,
la
vasca.
He
venido muriendo casi un siglo.
Una
centuria de despojamientos
hasta
llegar aquí,
sola,
vacía,
ataviada
de sombras y silencio.
ANASTASIA,
PRINCESA DE ANGOLA
(Nombres
en los silencios)
Indignada ante los
ultrajes sufridos por las esclavas negras, Anastasia, princesa de Angola,
mantuvo una valiente actitud de protesta. Condenada por ello a portar mordaza
de cuero y collar de hierro, muere por la infección de las heridas que el metal
le provoca. Corría el mes de enero de 1601.
Brasil (Bahía/Río de Janeiro)
Por
negarme a callar,
por
no rendirme,
por
no entregar mi dignidad
a
cambio
de
evitarme el dolor de la gangrena
en
un silencio impuesto por mordazas.
Por
asumir la voz de las mujeres
cuando
hay profanaciones al acecho.
A
la sombra de alguna borrachera,
detrás
de la lascivia,
entre
disputas,
bajo
la alevosía de los látigos.
A
punta de pistola,
de
cuchillos,
de
puños como piedras,
de
hemorragias.
A
espaldas de la alcoba y los preceptos.
Por
negarme a besar
aunque
mi cuerpo
se
rompía a pedazos,
aunque
el odio
colmaba
mis entrañas de ojos claros
una
vez
y
otra vez
abofeteándome.
Ulcerando
mis labios,
mis
mejillas,
desgarrando
mi carne hasta el tormento;
empalándome
al polvo de la noche,
a
las escarpaduras del insomnio
que
atraviesa,
que
horada,
que
perfora,
que
escarba en el reverso de los muslos
y
en los desfiladeros de las fiebres
con
embates de furia sin sosiego.
Estoy
aquí,
comida
por las llagas
que
provoca el metal contra las pieles.
Sin
poder pronunciar ninguna queja
en
el idioma de las cicatrices
que
dibujan el rostro de la muerte
suspendido
en la atmósfera de enero.
Ya
escucho sus pisadas en la arena
y
el eco repetido de mi nombre
perdido
entre las jarcias de aquel barco
que
me arrojó al umbral de la deshonra.
Después
de tanta ausencia,
estoy
llegando
junto
al árbol tribal
donde
me espero.
ALICIA
MOREAU
(Nombres
en los eclipses)
Médica ginecóloga,
pacifista, pionera de la integración femenina al quehacer político argentino y
constructora de las bases para el reconocimiento de la igualdad de la mujer,
muere integrando la
Confederación Socialista, la mesa de Unidad Socialista, la Asamblea Permanente
de Derechos Humanos, y la revista "El Socialista Argentino". Tenía
101 años.
Buenos Aires/Argentina
(1986)
Soy
Alicia Moreau,
después
de un siglo,
después
de centenares de denuncias
ejerciendo
la voz del compromiso
desde
los claustros
donde
la osadía
aún
reclama equidades y sufragios…
voy
a morir de muerte obligatoria.
Todo
caduca entre esfumados rostros
y
clepsidras quebradas por la arena
mientras
la
sombra
roza
mis cabellos,
saquea
el corazón,
calma
mis manos.
Atrás
quedan los días del desprecio,
calumnias
en jirones,
mordeduras
de
espesa hipocresía acantilada
censurando
ademanes
o
expresiones
en
mi conducta de mujer sin amo.
Lejos
del desamor,
del
fanatismo,
las
ideas ascienden a mis ojos
con
la pasión de siempre.
Con
el fuego
que
iluminó mis clandestinidades
cuando
andaban los lobos patrullando
y
jaurías de torpes demagogias
mordían
los talones del suburbio.
Rastreaban
entre
el hambre huracanado
esa
orfandad obrera, que aún me duele,
para
catequizarla con halagos.
Lejos
de la locura establecida
cuando
las bestias vomitaban crímenes
sobre
los espinazos de las aguas.
De
escrúpulos sociales,
de
mujeres
segregando
su flujo amortajado,
de
la marginación,
del
desabrigo,
de
anatemas
y
expulsos
y
renuncias,
de
la desesperanza inalterable.
Lejos
de la violencia que consiente
tantas
postergaciones en harapos.
Tal
como imaginé,
ni
un roce de alas
deshabita
su insomnio en los rincones.
Sólo
el silencio llueve sobre el alma
que
se entrega al naufragio,
que
se abisma
en
los despeñaderos del cansancio.
ALFONSINA
STORNI
(Nombres
en los eclipses)
Esta poeta excepcional,
esta mujer capaz de desafiar los asfixiantes convencionalismos sociales,
impotente ante el dolor producido por el cáncer, se arroja al mar. Tenía 46
años.
Mar del Plata-Buenos
Aires/Argentina (1938)
Sumida
en el dolor.
Loca
de pena.
Un
animal salvaje
agonizando
entre
hierbas nacidas en octubre.
Afuera,
donde
brama la tormenta
y
el viento ha desatado sus demonios.
Donde
la lluvia es furia despeñando
goterones
de ocultas esperanzas
justo
en el filo de las escolleras.
Mientras
la soledad
y
sus espectros
rasguñan
la impiedad de los insomnios.
Estoy
de pie.
De
pie sobre las rocas.
De
pie frente a la cólera tremenda
que
pronuncia mi nombre,
que
me llama
con
las voces leprosas del salitre.
Que
azota con sus rabos poderosos
y
esculpe la figura de una loba
aullando
en
la orfandad de las tinieblas.
Lamiéndose
los senos mutilados,
roídos
por las zarpas,
los
colmillos,
las
uñas de este cáncer alevoso.
De
pie sobre el abismo.
Soy
la hembra
que
disputó a los hombres sus baluartes
sólo
con su talento por trinchera
y
un idioma desnudo,
descarnado,
dibujando
las huellas del sollozo.
Mi
nombre es Alfonsina.
Ese
es mi nombre.
Mujer,
madre,
poeta,
asalariada
y
el corazón por todo escapulario,
por
todo talismán contra el olvido,
contra
la oscuridad,
contra
los odios.
Quiero
elegir mi muerte.
Tanta
lucha,
merece
mucho más que la morfina
y
la degradación de sus letargos
y
las bocas abiertas
para
siempre
hacia
el despeñadero del asombro.
Tan
sólo el mar conoce los secretos
que
oculta tras rotundas cicatrices.
Tan
sólo el mar.
Tenaz
como ninguno
en
la ferocidad de las ausencias.
El
mar,
tan
sólo el mar,
y
sus despojos.
MARÍA
EVA DUARTE
(Nombres
en los eclipses)
Mientras la mayoría del
pueblo la llora con desconsuelo, en algunas paredes de los barrios
aristocráticos alguien escribe: “Viva el cáncer”. Tenía 33 años.
Buenos Aires/Argentina
(1952)
Encarcelada
adentro de mis pieles,
el
alma se debate entre las llagas
que
saquearon su cuerpo,
a
pura furia,
en
estas coordenadas del silencio
donde
sucede el tiempo en espirales
y
la agonía duele todavía.
Aunque
el fétido aliento de la muerte
ya
no rompa,
con
uñas amarillas,
los
baluartes del útero infecundo
donde
engendrara el cáncer su paisaje.
Soy
apenas
la
máscara de la hembra
que
odiaron los señores biencomidos
desde
lo más profundo de sus vísceras.
Soy
Evita,
la
intrusa resentida,
la
virtuosa,
la
puta,
la
arrogante;
la
que mantuvo un odio apasionado
por
los olvidos,
por
las injusticias.
Y
alzó una represalia en torbellino
que
consumió sus días
y
sus noches
y
el desleal desenfreno de su sangre
desterrándola
al hondo cautiverio
de
una perpetuidad inconmovible.
Donde
habrán de golpearla,
mutilarla,
temerle
hasta el espanto
y
la locura.
Condenarla
a un atroz peregrinaje
al
que será entregada por bastarda,
por
hija de la chusma,
por
fanática,
por
conducir legiones desdentadas
hacia
la dignidad que les adeuda
la
rapiña legal de los farsantes.
Soy
Evita,
la
madre irrespetuosa.
La
que no consintió con su destino
de
sirvienta,
operaria,
costurera,
discreto
pasatiempo de señores
en
alguna evasión de mediatarde;
y
se jugó la vida
a
todo o nada.
Porque
tuvo el coraje,
la
fiereza,
la
razón,
el
arrojo,
los
ovarios
para
parar el juego
y
dar de nuevo .
A
pesar del agravio interminable.
Gracias Norma Segades Manias, por tu quehacer incansable . Gracias en nombre de todas la mujeres del mundo . Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarQuerida Norma:
ResponderEliminarQué fuerza imparable, indescriptible, inenarrable tienen estos poemas que vomitan el fuego de una pasión que llevan las que luchan, las que protestan, las que cambian al mundo con sus huracanes corazones al sol y a la lluvia, al fuego, a la derrota, al olvido. Pero ellas no mueren jamás. Están en nuestras venas, paséandose por todos los rincones de la rabia, pero también del amor, de la esperanza. Hermosos, dramáticamente hermosos tus poemas, maestra de la palabra.
Un abrazo interminable.
Hola Amelia.
ResponderEliminarEs mío el agradecimiento hacia ustedes, queridas mías.
Por hacer realidad este sueño / homenaje a mi amiga Adriana Díaz Crosta.
Por ayudarme a demostrar al mundo que la voz femenina no está exclusivamente reservada al amor, el crepúsculo y las rosas.
Por integrar este movimiento de mujeres escritoras comprometidas con la vida. Talentosas. Sencillas. Solidarias.
Por honrarme con su amistad.
Hola Jenny.
ResponderEliminarTe doy las muchas gracias por tu amabilidad en el decir que los poemas han sido de tu agrado.
Tengo en tan alta estima el comentario que siento muy cercana tu presencia en mis letras.
Brindemos por esta calidez que nos hermana. Y por la paz que abreva en manantiales de libertad, justicia y dignidad.
Normi, me gusta sobre todo el poema a Dolores, la vasca. Debe ser por alguna asociación que nos hermana desde lejos. Es como verla (sin conocerla y la rima valga) llorando sobre sus hijos y luego más impetuosa aún, en la lucha, siempre en la lucha.
ResponderEliminarHola Amanditita.
EliminarMuchas gracias querida. Vos y yo ya sabemos cuántos lazos nos unen a través del dolor y la distancia.
Si algo caracteriza a nuestro movimiento es la lucha constante por los desamparados.
No lucha de trincheras pero sí de palabras.