LAUREN
MENDINUETA
(Portugal)
RELOJ
SIN MANECILLAS
Tengo
el boleto para un viaje que promete el Jardín como destino,
la
costumbre de rondar sobre cenizas para no olvidar el fuego
y
la voz de mi madre que me arropó con rumor de palmas en la tarde.
Tengo
también el compromiso de estar viva, de preservar lo intocable
para
que el mundo siga siendo aquello que no soy.
Pero
vivir en redondo como aguja de reloj termina por cansar.
Cuánta
ironía: tener que envejecer para al fin recobrar la infancia,
tener
que morir para que ya nadie pueda robármela.
EL
ESPACIO EN SU JARDÍN
Lo
visible y lo invisible
están
en eterna contradicción,
y
esta lucha tiene por fuerza
el
poder de matarme lentamente.
El
triunfo de lo invisible
carece
de espectáculo,
mientras
incluso en la derrota
lo
visible gana en notoriedad.
Si
la brevedad es signo de la vida humana,
el
tiempo es asunto mío,
también.
ENCALLAR
EN EL EGEO
Vi
mi rostro reflejado en las aguas del Egeo.
Cada
rasgo con su trazo único, apenas mío,
la
imagen de una exactitud inquietante.
Esos
eran por fin mis ojos. Mi boca. Mi nariz.
Mis
pómulos. La inclinación exacta de mi barbilla.
Así
estuve atenta días y noches
deseosa
de que el reflejo intentara hablarme.
Desde
entonces no importa a dónde vaya
en
ese mar me quedé yo, temblando entre rocas y olas:
muda,
idéntica a la felicidad que nunca tuve.
EL
REGRESO
Mi
madre a los treinta
era
una joven de ojos grandes,
agobiados,
cargados
de urgencias que yo no comprendía.
Entonces
nada me asustaba tanto
como
la posible tiniebla de su abandono.
Por
eso iba tras ella a todos lados
como
un bicho perseguía su luz.
El
pueblo,
su
campanario y las solteronas arcaicas,
danzarinas
de las hogueras de San Juan,
nos
parecían tan tristes
que
ansiábamos irnos a otra parte.
Claro
que todo estaba dispuesto
para
obligarnos a permanecer allí.
Por
eso mamá
leía
para mí historias de otros mundos,
de
ciudades lejanas pobladas de héroes y villanos
o
de animales que hablaban en nombre de la virtud y el vicio.
Pero
cuando llegaba la hora de la cena
ella
volvía resignada a la cocina para preparar la mesa,
dejándome
casi siempre con el libro en las manos.
Cómo
podía saber ella,
pobrecita
mamá,
que
regresar de aquellos mundos
a
mí me llevaría una vida.
MUERTE
CIVIL DE LA POETA
El
amor, dijo la poeta, es toda la vida para mí.
Y
así abandonó la escritura,
renunciando
a lo suyo como lo haría una camarera.
Creyó
que hacía falta ser otra para que la amaran.
Por
la noche tomaba un somnífero para dormir bien
como
cuando la poesía era toda su vida.
Por
el día se ocultaba para que nadie la viera escribiendo sobre otra mujer
(especialmente
para no verse a sí misma traicionando su renuncia).
Aunque
le avergonzaba ella seguía en su oscura tarea
porque
al escribir sobre la vida de la otra
podía
intercambiar las exigencias cotidianas por las del amor.
Después
se divorció y con el divorcio fue su muerte civil
y
la lenta resurrección de su alma.
Laurenn me encanta la manera de manejar el tiempo,como usas este círculo de ida y retorno constante, encallar en el espejo del egeo y seguir,desgajarse de los mundos amados con tanto dolor para regresar , ser otra y ser la misma..."hasta llegar a la resurrección del alma" Bella tu palabra.
ResponderEliminarUn abrazo.